Hablemos de política

Los iraníes sí hablan de política. A pesar de que, en muchos sentidos, la libertad de expresión está coartada en este país, no parece importarles compartir sus ideas con propios y extraños. Aún así, a pesar de que hemos escuchado muchas opiniones de todo tipo, no somos capaces de hacer una radiografía de una situación tan compleja.

Hay jóvenes, educados y urbanitas, que apoyan ciegamente al líder supremo Khamenei, y que preferirían un presidente más conservador de lo que lo es Rohani. Algunas de sus compañeras de clase, en cambio, quieren hacer su vida tranquilas y convivir antes de casarse, y aprovechan para quitarse el pañuelo siempre que pueden. También hay mujeres y hombres mayores que reniegan de sus líderes, presidentes y reyes, y maldicen la ley islámica. Muchos de sus coetáneos, sin embargo, promueven o visten el chador que todo lo cubre. Algunos prefieren a Rohani por ser más aperturista que Ahmadinejad. Otros lo llaman ladrón y añoran al anterior presidente. Hay quien le ve como un lavado de cara del régimen (más moderado, sí, pero es un mullah), y reclama el verdadero progresismo del ahora defenestrado Khatami. Lo más complejo llega cuando se cruzan el gradiente social y el político: hombres y mujeres muy conservadores exigiendo más democracia.

Todo esto hace que el iraní medio sea imprevisible, y que nos resulte imposible determinar hasta qué punto este régimen ha perdido o conserva el apoyo de una mayoría del pueblo (si es que alguna vez lo tuvo).

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