Irán, una mochila y una tienda de campaña

Ventajas:

1. En Irán es legal, o legal de facto, acampar prácticamente en cualquier sitio. Por regla general todos los pueblos, por pequeños que sean, tienen un parque con baños públicos y agua potable, y los propios iraníes acampan a menudo (en Esfahan es la única excepción, con «sólo» dos parques donde se permite acampar).

2. Les encanta hacer picnics, y son los mejores en ello (alfombra persa, camping gas, cojines… todo el pack). Así que coger tu comida e ir al parque, o cocinarla allí (suele haber espacios reservados para hacer fuego) es lo mejor que puedes hacer. A menudo, aunque no lleves nada contigo, la gente sentada alrededor te ofrecerá té, frutos secos, galletas o sandía.

3. El transporte es barato (15 horas de autobús por 8 euros), pero sin duda es uno de los países más fáciles para hacer dedo. Los camioneros paran prácticamente siempre y nunca quieren dinero, y constantemente los coches preguntan a dónde vas y si pueden llevarte. Sólo una pequeña parte son savaris (taxis compartidos, formales o informales), los demás sólo quieren conocerte.

4. El agua es potable (y fresca) casi en cada grifo del país, que hay por todas partes.

5. La comida es deliciosa y muy elaborada. Usan especias en su justa medida, y todo tiene un punto refinado (no encontramos una palabra mejor): agua de rosas, azafrán, anís, regaliz… En un oasis verde perdido en los montes del desierto (Sirch) compramos unas pocas cerezas, y el tendero perfumó la bolsa poniendo una ramita de hierbabuena.

6. La gente es amabilísima, simpática y abrumadoramente hospitalaria. Siempre quieren invitarte a sus casas a comer (cosa que aceptamos de vez en cuando, porque como experiencia no tiene precio poder conocer a las familias), a tomar té o a dormir; nos regalan comida constantemente, y hasta en un autobús otro pasajero subió con dos helados para nosotros.

El colmo de la amabilidad se lo lleva nuestro amigo Afshin, un camionero que nos recogió a la salida de Kerman y que, en lugar de llevarnos los 20 km hasta el cruce donde nuestros caminos se separaban (él iba a Bam y nosotros a los Kaluts), decidió retrasar su entrega un día y venirse con nosotros hasta el desierto, hacer picnic, ver las estrellas y pasar calor. Un total de 250 km fuera de su ruta. ¿Quién haría eso por dos desconocidos allí?

Desventajas:

1. La gente es amabilísima, simpática y abrumadoramente hospitalaria. A veces es extremadamente difícil conseguir que nuestros (potenciales) anfitriones acepten que tenemos que seguir, que tenemos «prisa» o que, simplemente, no siempre es fácil comunicarnos y por tanto compartir muchas horas juntos se hace a veces largo. La cara de pena con la que se quedan algunos es un chantaje emocional infalible, y en un par de ocasiones hemos acabado sintiéndonos prisioneros de la hospitalidad iraní.

2. Especialmente para las mujeres, aunque también en algunos aspectos para los hombres (nada de pantalón corto en el desierto, amigos), el hejab (la norma islámica que prescribe «modestia en el vestir»), obliga a llevar manga larga, prendas anchas que tapen el culo y cualquier otra curva, y pañuelo en la cabeza. Aquí hemos visto mujeres que fuerzan los límites del hejab, pero como turista es mejor no llamar la atención aún más de lo que ya lo hacemos. Pero como dice un amigo de este país, la modestia hay que llevarla solamente en los ojos y el corazón.

3. Casi nadie habla inglés. Si, como nosotros, te mueves a dedo, aprenderás farsi bastante rápido a fuerza de conversaciones en el camión/coche y comidas compartidas. Pero los primeros días son duros y hay que echarle valor, sonrisas y mucha, mucha gesticulación.

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