Como buenos nómadas

Alrededor de Bavanat, decidimos subir al monte porque sabíamos que algunos nómadas se establecían allí durante los meses menos fríos, aunque no teníamos muchas esperanzas de encontrarlos. Sin embargo, fue facilísimo, porque ahora instalan sus tiendas más o menos cerca del camino, ya que la migración anual se realiza en camiones (5 horas de viaje) y no a pie o en burro como hasta hace pocos años (¡un mes!). En la segunda tienda que nos encontramos nos recibieron con sus trajes tradicionales (sin chador) y ya nos invitaron a redesayunar un té y un poco de pan que nosotros mismos ayudamos a hacer, y nos convencimos de que nos quedaríamos a dormir en esa zona con nuestra pequeña casa portátil. Un poco más adelante, en la tienda de la siguiente familia, nos pidieron algo para curar las heridas de uno de ellos. Les dimos un poco de betadine y les pedimos a cambio que nos guardaran la mochila hasta la noche para poder subir tranquilos a la montaña.

Después de todo el día caminando, bajamos al atardecer y les pedimos la mochila para montar la tienda cerca de la suya. Nos dijeron que ni hablar, que hacía frío y había lobos en la zona, así que íbamos a dormir dentro. Les ayudamos a ordeñar las cabras y compartimos tés, yogur casero y un cabrito que habían matado esa misma mañana. ¡Buenísimo! A la luz del fuego estuvimos hablando y comunicándonos como podíamos (a estas alturas nuestro farsi permite conversaciones un poco más amplias) hasta casi las 12, hora en la que nos acostamos todos sobre las alfombras de su chador (sí, como la prenda: significa, literalmente, tienda de campaña).

A la mañana siguiente, leche caliente de cabra recién ordeñada con azúcar, pan, y fotos con el vestido de novia que llevaron dos de las hermanas y que se empeñaron en hacer vestir a Irati. Después de un rato volvimos a bajar del monte con una sonrisa, y empezamos a caminar hacia otros pastos, como buenos nómadas.

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